Qué difícil es explicar todo esto que me pasa… mi
familia se está matando entre sí, mis amigos se están matando entre sí, otros
solo se van, sin siquiera despedirse. Solo somos tres o cuatro personas las que
seguimos de pie, tanto amigos como familia, sentadas en el medio de la guerra,
viendo como de a poco ese vínculo irrompible muere en mil pedazos. Preparados
con armas cargadas por si se les escapa algún tiro hacia nosotros, y de vez en
cuando al revés. Pero nosotros también atacamos, débiles, defendiendo a quienes
nos importan, pensando que vamos a triunfar, y lo único que conseguimos es que
nos disparen con sus peores armas: La hipocresía, la falsedad y el abuso. Pero
nosotros somos mejores, aunque no muchos. Nosotros nos rodeamos de gente en la
que confiar, la que cuando estamos a punto de rendirnos y entregarnos a los
enemigos más crueles, llegan a salvarnos. Nosotros conocemos a nuestros
enemigos más que a nosotros mismos. Sabemos cómo defendernos, cómo escondernos
de ellos, cómo actuar. Aunque a veces nos hace falta un empujoncito de alguien
que nos quiere de verdad para darnos cuenta de que no vale la pena formar parte
de la guerra en la cual nos encontramos. Somos el centro de esa guerra. Somos
los que sufrimos esa guerra, los que recibimos todas y cada una de las balas,
aunque no sean dirigidas a nosotros. Somos tres, ellos son muchos más. Pero
seguimos de pie, viéndolos morir a todos, uno por uno, manchados de sangre,
creyendo que lucharon por una causa que no existe. Son discusiones silenciosas,
gritos mudos que sólo ellos pueden oír. Y nosotros. Nos ayudamos entre
nosotros, porque si no lo hacemos, ¿Quién, que forme parte de esta guerra, va a
sanar nuestras heridas? Nadie. Ni siquiera aquellos guerreros, para nosotros
inmortales, que nos dieron la vida, van a poder sacar de nuestra memoria estos
tiempos difíciles. Se hace de noche, y ellos siguen muriendo. No nos queda más
que seguir padeciendo esta guerra, como se pueda, con ayuda de unos pocos,
heridos por nuestros seres más queridos, sanados por quienes menos lo
pensábamos, asesinados por nuestros propios padres. Y ahora, nosotros tres,
sentados en esta guerra, no sabemos qué hacer, solo nos resta esperar, supongo.
Veo a quienes llamo hermanos, sentados a mi lado, mostrándome sus heridas, yo
mostrándoles las mías. Intentamos sanarnos entre nosotros, pero no podemos.
Llegamos a la conclusión de arrodillarnos ante nuestros enemigos, rogándoles
que nos maten para dejar de sufrirlos, pero ellos son nuestros enemigos. Ellos
nos odian, ellos no piensan en nuestro bien, sino en nuestro mal. Ellos no van
a matarnos. Van a atarnos a las sillas en las que nos sentamos a verlos morir,
van a dejarnos vivos, sólo para que suframos más. Van a encontrar la manera de
torturarnos. Pero mis compañeros empezaron a cantar. A cantar canciones que
demuestran lo que somos, y lo que son. Nuestras canciones muestran su lado
oscuro, lo que hicieron mientras nadie los veía, conspirando en la oscuridad.
Mis canciones saben lo que hicieron en la oscuridad. Y voy a cantarlas, sola, o
con los que me acompañan. Y si esta guerra va a terminar, que termine ahora. Si
hay un futuro, lo queremos ya.
Gracias por su atención.
:-:-:-: Escuchar música comercial es perjudicial
para la salud. Aviso emitido por el Ministerio de Salud y Educación Musical de la República
Argentina (MSEMRA):-:-:-: