Había llegado el fin de
semana, ese que tanto esperaba para terminar con todo esto. Tenía pensado
suicidarme luego de aquella noche. Frente a su familia, Candela era un ángel. Nos
había tratado bien durante toda la tarde, hasta que llegó la hora de
acomodarnos para ir a dormir. Estuvimos boludeando hasta las tres de la mañana,
más o menos. Antes de caer rendidas ante el sueño, vimos una película de
terror. Candela, por supuesto, había quedado “traumada” por lo que me pidió
dormir conmigo. Yo me negué, ya que estaba durmiendo en el piso y ella estaría
desperdiciando una cama. Me entregué al sueño como un bebé después de cenar. Al
día siguiente, encuentro dos manos transpiradas alrededor de mi cuello, y
siento un cuerpo que se apoyaba casi sexualmente sobre mi espalda. El cuarto
costaba de dos camas, y en el medio estaba yo. Me alarmé, pero sin hacer ruido
y casi ningún movimiento me libré de quien resultó ser Candela. En aquel momento,
se despertó Bianca. La miré asustada, pero no logró entender lo que había
sucedido y volvió a dormirse. Dejé a Candela en el colchón y me acomodé en la
cama que quedaba desocupada. Cuando volví a despertarme, encontré a Candela
durmiendo con Bianca, esta vez con sus espaldas apoyadas entre sí. Me senté en
la cama y tomé mi mochila para buscar mi celular y ver la hora, intentando no
hacer ruido. Pero el sonido del cierre de la mochila las despertó. Eran las
once y media de la mañana cuando nos dignamos a vestirnos y desayunar en el
comedor. Durante el desayuno, Candela se acomodó enfrentada a mí y Bianca en la
punta de la mesa, entre las dos. No les dirigí palabra a ninguna de las dos.
Cuando terminé de desayunar, ayudé a la abuela de Candela a lavar las tazas y
acomodar el cuarto, mientras ellas dos se deleitaban con unos DVD’s de Glee. Después del almuerzo, Bianca se fue.
Candela y yo nos quedamos solas, ya que su abuela tenía que hacer unos trámites
y su papá trabajaba. Tuve la bendición de hacer funcionar la PlayStation 2 que
tenía guardada desde hacía dos años, más o menos. Estuvimos jugando, ella
acostada en la cama, desinteresada por el juego, y yo sentada con las piernas
cruzadas a los pies de ésta, completamente enamorada de aquel juego. Cuando termine
la tercera misión, decidí apagar la consola y sentarme frente a Candela. Con
voz baja, le dije:
-Estoy harta de que me
maltrates sólo por conocer a alguien más. Quiero que sepas que Florencia, hasta
ahora, no me pegó una sola vez, no me insultó. Al contrario, ella me da cariño.
Por la mañana me saluda con un beso en la mejilla, y vos me pegas. Cuando me
voy con vos, no hace nada, acepta que tenga otras amigas, no como vos, que
cuando me voy a hablar con Bianca, por ejemplo, a la vuelta me decís algo de
ella que no es verdad. Me vivís amenazando. ¿Sabes lo que es para mí tener que
soportar todo esto? Eso se conoce como Bullying. Yo no quise decirte nada nunca
por miedo a que me hagas algo.
-Yo nunca te hice nada de
eso Camila, deja de hablar pelotudeces.
-¿Es una pelotudez tener
una muela rota por culpa tuya? ¿Es una pelotudez llegar a tu casa todos los
días y llorar porque no sabes que hacer para parar con este sufrimiento?-Le
dije con los ojos llorosos, y apunto del llanto, le grité- ¿¡Es una pelotudez
esto!?
Y pronunciando estas
palabras, subí la manga de mi sweater rosa y negro a rayas dejando al
descubierto todas las cicatrices de mi brazo.
-¿Te parece una pelotudez
hacer que tu “mejor amiga” se corte los brazos por culpa tuya?
-¡Camila! –Dijo con voz
entrecortada, asustada.
-Agradece que no voy a
decirle de esto que estás haciendo a nadie. Sino ya estarías en un loquero.
En ese momento, escucho
la bocina del auto de mi papá, que me hacía saber que volvería a mi casa, y sin
dirigirnos otra palabra más, nos dirigimos a la puerta, y sin despedirnos nos
alejamos una de la otra.
Llegué a mi casa con una
sonrisa marcada en mi rostro, porque sabía que la pesadilla se había terminado.
O al menos eso creía. Le dije a mi mamá que la había pasado muy bien, y me dirigí
a mi cuarto como todas las tardes. Acomodé las cosas que había llevado en su
respectivo lugar, y fui a la computadora para entrar en mi Facebook como todos
los días. No recuerdo el estado que publiqué aquella tarde, pero sí recuerdo
haber hablado por un buen rato con Florencia. Pasadas unas semanas, mi amistad
con esa chica nueva se había tornado más fuerte. Y una de esas tardes, al
entrar a mi Facebook encontré un mensaje de Candela que decía un montón de
cosas acerca de Florencia que realmente no eran verdad. Y estoy segura que ni
el mismo Satanás insultó tantas veces a alguien como lo había hecho ella en ese
mensaje. Como conocía su debilidad, lo único que respondí a ese mensaje fue
“esa chica de la que tanto me estás hablando, es mi mejor amiga, ella sí me
quiere”. Y con un par de clics, eliminé y bloqueé a Candela, tanto de Facebook
como de mi vida real.
Pasadas unas semanas,
mensajeandome con Flor, decidí contarle todo. Ese día, me sentí muy aliviada
por haber sacado todo de mi mente. Pero ella tenía cosas peores que contar. Y
una vez me las contó, y me di cuenta de que no era la única con una desgracia,
y me sentí más aliviada aún. Ahora soy feliz, ya no me corto, y tengo más
amigos y amigas que nunca.
Desde que Candela
desapareció de mi vida, me identifico con las palabras “Nunca Más” o
“Nevermore”, para recordarme que nunca más caería en manos de una zorra, que
nunca más utilizaría el auto flagelo como consuelo a un problema, que nunca más
me callaría ante una situación incómoda o mala. Que nunca abandonaría ni
maltrataría a mis amigas.
Desde que Candela
desapareció de mi vida, me involucré más con mujeres, y ahora la mayoría de mis
amistades son chicas. Lo que no quiere decir que abandone a mis niños. Gracias
a Florencia, a quien llamamos Yimmy (algún día voy a contar esa historia),
estoy viva. Gracias a ella estoy contando esta historia.
Flor, te dije esto mil
veces y pienso seguírtelo repitiendo por el resto de mi vida: Gracias por
aparecer en mi vida cuando estaba a punto de arruinarla por completo. Te amo
más que a nadie.
Aguante FUN.
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